Si yo le platicara a Hernán Cortés (y lo haré en mi próxima entrevista con él) que a las 12 horas del viernes 19 de julio pasado, estaba introduciendo (estacionando) un extraño vehículo sin caballos frente al templo de Jesús el Nazareno, junto a su Hospital de Jesús… ¡no me lo creería!; ni me lo entendería del todo; aunque seguramente… ¡algo se le estaría ocurriendo!
Al entrar al edificio ya me esperaba doña Lilian Romero, la asistente del Presidente del Patronato del Hospital de Jesús, doctor Luis Ramón Lares Manjarrez, quien exactamente una semana antes había fallecido, y me instruía para otorgarle a su esposa Laura Jacqueline García Reza, el reconocimiento “in memoriam”, el cual ya había preparado para la infortunada y triste ocasión. Fue con esta entrega ―y un minuto de silencio― que abrí el evento al día siguiente, además de la satisfacción que mi libro ya lo tendría el Dr. Lares en sus manos desde el mes anterior. Por otro lado, el Patrono Emérito del Hospital de Jesús, y Presidente de la Comisión Conmemorativa de los 500 años de dicha institución, el Dr. Julián Gascón Mercado, se disculpó por no poder asistir como ya lo tenía previsto, pues a sus 99 y medio años de edad, es sobradamente comprensible que se vio afectado por la partida del Dr. Lares. Sin embargo, su asistente, doña Patricia Rodríguez me lo comunicó, y ya en el teléfono, se disculpó con un servidor, y el mismo día del evento, lo hizo con mi esposa Emma. No cabe duda… ¡El doctor, don Julián Gascón, es un gran señor! Estos pequeños, pero grandes detalles de cortesía, valen para mí más que diez títulos profesionales o nobiliarios. Claro está que, sus 3 periodos que suman 40 años de haber sido patrono del hospital, abonan en forma contundente lo dicho. (1962-63) (1977-1988) (1991-2019).
Con el apoyo entusiasta del C.P. Adrián Rivera, y su asistente doña Miriam Contreras, pudimos revisar meticulosamente la terraza, el acomodo de las sillas, las luces, los accesos, y demás detalles para el correcto funcionamiento del día siguiente. Al término, fuimos a comer en la calle de Mesones, frente al hospital, ya bajo la lluvia y con la preocupación de que Tlaloc no se pusiera en este plan al día siguiente. Al terminar, ya estaba previsto que Emma y yo hiciéramos acto de presencia en la capilla de San Felipe de Jesús, en Catedral, para estar junto a los restos mortales de don Agustín de Iturbide, el día mismo que se cumplían los 200 años de su asesinato. Me lisonjeo de ello, pues fueron muchos meses de imaginarlo y planearlo.
No obstante lo anterior, noté que ningún alma mexicana de este país, estaba en el lugar. Éramos los únicos, además que la capilla estaba totalmente oscura, sin un solo foco encendido que la honrara. ¡Mi indignómetro comenzó a subir de nivel peligrosamente...! Preguntando quien era el responsable, terminamos frente a una cabina interior del lado poniente de Catedral, donde la señorita que atendía, comprendió que no la dejaría en paz hasta resolver el tema, y más aún, tenerlo plenamente solucionado para el día siguiente. Después de media hora de negociación intensa, y de que me pasaran una bocina de teléfono por debajo de la abertura del plástico que rodea la cabina, pude obtener “una limosna” de 8 minutos de luz dentro de la capilla. Eso sí, me amenazaron que si no llegaba en punto de las 12:45 hrs, se rompía el trato. A las 12:53 se apagarían las luces, pues la siguiente celebración de misa iniciaba a las 13 horas, y ya ni siquiera alcanzaríamos a estar frente a la histórica capilla.
Ya entrados en dudas de cómo funcionan las instituciones de gobierno, pues la Catedral parece que la atiende la guardia nacional en lugar de los sacerdotes, Emma y yo nos enfilamos a la antigua Escuela de Jurisprudencia de San Ildefonso. Pudimos arreglar de unirnos al día siguiente a las 13:30 hrs con el guía del lugar que nos podría conducir. Debo reconocer que todos fueron muy amables y gentiles, quedando cerrado el asunto muy bien. Mientras, nos pudimos dar una vuelta para que Emma refrescara algunas escenas muy intensas que se desarrollan en mi libro TEATRO ITURBIDE, en este formidable edificio barroco, escuela fundada por los Jesuitas, y alma mater de personajes como Justo Sierra, Gabino Barreda, José Vasconcelos, Alfonso Reyes, Daniel Cosío Villegas, Manuel Gómez Morín, Frida Kahlo, etcétera, y presidentes exalumnos como Sebastián Lerdo de Tejada ―quien es un actor muy importante dentro de mi novela―, y otros más como Pascual Ortiz Rubio, Miguel Alemán, Adolfo López Mateos, Luis Echeverría, José López Portillo, y Carlos Salinas de Gortari. Nos habría de acompañar en el grupo al día siguiente, un alumno que estudió en esta inmortal institución, y de quien más adelante me referiré.
Había terminado el día, y nos regresamos al hotel. A la hora de llegar, nos acordamos que se nos había olvidado comprar las aguas, por lo que el “pedaleo” continuaba. En dos viajes a pie, pudimos completar cinco docenas de botellas recolectadas del Oxxo y de la farmacia París. No es anuncio. Simplemente coincidió que estaban frente al hotel en un rango de tres cuadras. Daban las 7 de la noche, y nos paramos en algún merendero de 5 de febrero, para que una hamburguesa, no de Hamburgo, sino de la cedemequis, nos redujera el hambre. Llegamos al hotel a las 8, con el nerviosismo del día siguiente, sumado a que el colchón de un hotel de 5 estrellas, tenía resortes que superaban la calidad brincolín, y sobra decir que impidió que descansáramos de corrido como cualquier otro día. Como nunca escuchamos la alerta sísmica, asumimos que siempre fue “el otro” que se estaba moviendo ligeramente.
Amanece el día 20 de julio. Día en que el multi homicida Francisco Villa muere de “forma natural”, es decir asesinado con 150 balazos; día en que el hombre puso sus pies en la luna; y día en que me propuse realizar mi acción más decidida para reivindicar a los dos más grandes constructores de México, es decir, a Hernán Cortés y Agustín de Iturbide.
En la hermosa terraza central del Hospital de Jesús, flanqueado a mi derecha por la bandera de Borgoña, es decir la bandera de la Hispanidad; a mi izquierda por la bandera Trigarante, la cual nace para dar color al Plan de Iguala; y del increíble y espectacular mural del pintor Chihuahuense, Antonio González Orozco, representando el épico encuentro de Moctezuma, Malintzin y Cortés, así como muchas otras escenas, inicié mi exposición puntual a las 10:30 hrs.
Entre los asistentes, tuve el enorme gusto y satisfacción que me acompañara el doctor en derecho, don Arturo Martínez y González, junto con su hija Paola y su hermano Fernando. Lo nombro en primer lugar, pues fue él quien hace cinco años me hizo el enorme favor de guiarme con las personas adecuadas de esta institución, para realizar la presentación de mi segundo libro “La Grulla Parda” en este mágico lugar, precisamente el 8 de noviembre de 2019, al cumplirse precisamente los 500 años del encuentro entre Moctezuma, Malintzin y Cortés. Esfuerzo titánico fue el que tuvo que realizar don Arturo, pues este sábado 20, apenas se cumplían 10 días que habría visto partir a su amada esposa María Aramoni, para reunirse con el creador, o como escribió el rey Netzahualcóyotl: con el “inventor de sí mismo”. Descanse en paz tu esposa, Arturo, y tu mami, Paola, recibiendo ambos otro fuerte abrazo mío, y seguramente de todos los asistentes. Sin palabras recibe mi agradecimiento Arturo. ¿Se acuerdan que mencioné de un alumno que estudió en San Ildefonso? Él mismo lo mencionó estando en el auditorio de esta legendaria institución. ¡Qué suerte!
Otro de los asistentes estaba en alguna fila virtual, es decir, en alguna parte del mundo, uno de los descendientes del conquistador, y heredero en alguna época del marquesado del valle de Oaxaca, perteneciente a la familia Pignatelli, con quien mantengo una excelente y cordial comunicación. Su nombre: Ascanio Pignatelli Aragona Cortés. En el video que subiré a las redes en breve, podrán escuchar la lectura del mensaje que nos envió.
Por otro lado, y descendientes de Pedro Juan Gallego de Andrada, cuarto matrimonio de Isabel de Moctezuma ―la princesa Tecuichpo― hija predilecta de Moctezuma, estaban mi esposa Emma Leonor (17°), mi hija Ana Paula (18°) ―nacida el mismo día que Porfirio Díaz―y mi nieto Teo (19°) ―nacido el mismo día que la emperatriz emérita, doña Ana María Huarte y Muñiz de Iturbide―, así como la profesora de historia Margarita de la Torre Von der Meden, quien compartiendo el mismo tronco, aparece en 1789, Miguel Francisco Barragán Ortiz De Zárate, más conocido a secas como Miguel Barragán Ortiz, quien fue presidente de la República entre 1835 y 1836.
Para los amantes de la pintura, mi yerno Enrique Siqueiros ―nacido el mismo día que la emperatriz Carlota―resulta con un parentesco de sobrino bisnieto del célebre muralista. Por supuesto mis consuegros Enrique Siqueiros y Lorena Fernández, estuvieron atestiguando esta singular experiencia, donde vuelvo a aplaudir la brillante presentación de mi libro que ejecutó mi yerno. De verdad que me encantó. Creo que al haber estado los tres en San Ildefonso, deben haber escuchado alguna campanita familiar…
Hace unos días le extendí la invitación a un viejo amigo feisbukero, quien no tenía el gusto de conocerlo personalmente, de nombre Daniel Zanabria Iturbide, y quien es descendiente en línea paralela de doña Beatriz de Iturbide, nacida en 1550, es decir en categoría de primo, en once niveles, corriendo otros siete niveles por el lado de don Agustín de Iturbide. Apenas el día 18 me enviaba su árbol genealógico, pero nada que no pudiera revisar en minutos. Por cierto, un árbol algo similar al de Hidalgo e Iturbide, quienes son primos en quinto grado por lado de madre, compartiendo el apellido Villaseñor. Gracias por aceptar la invitación Daniel.
Don Héctor Alfredo Calderón nos acompañó también, y de última hora me platicaba que es sobrino bisnieto del general Felipe Ángeles.
¡No cabe duda que estamos conectados con nuestra historia en tiempo real, y no nos damos cuenta!
Seguramente habrá muchos más que en este momento yo pudiera omitir por olvido, o por desconocimiento, resultado de que no me lo hubieren platicado. Como esta publicación es editable cuantas veces quiera, no duden en enviarme su caso, para integrarlo, con el favor de que venga bien documentado el árbol genealógico.
Hablando de sangre propia, tuve la enorme fortuna de que me acompañaran cuatro primos hermanos. María Emma, Fernando, y Luis Moreno Márquez, así como Mario Roberto Carballo Márquez, y su hijo Mario Tomás Carballo Villegas, quienes vinieron de Cd. Juárez. ¡Cómo recuerdo a mi tío Mario Carballo Pazos! general de brigada D.E.M.; egresado de West Point; director de la Escuela Superior de Guerra, y Senador de le República por el estado de Chihuahua, además, autor de varios libros. Seguramente me faltarán muchas cosas, pero ya espero el jalón de orejas bien merecido de mi primo Mario Beto.
Estoy honrado por varios amigos que vinieron de lejos como Rubén Rodríguez Gascón, y su yerno José Oliva, viajando desde Guadalajara. Desde Querétaro se tomaron el tiempo y el gasto, Lety Garfias, conductora de un programa en radio UAQ, y su pareja el Dr. Gerardo Macías mi copresentador, Margarita de la Torre Von der Meden y su esposo Luis Reyes Vázquez, Jorge Pablo Hernández y familia, Juan José Guillen y fam. Horacio Ochoa y Alejandra Zamudio, y mi fotógrafo de todos los eventos, Miguel Salas, también desde las tierras de Conín. Seguramente habré omitido a más de uno, por lo que ruego hacerme la observación pertinente.
Un saludo especial a mis amigos Javier Díaz Dueñas y su linda esposa Alma Gabriela Cerecedo, empresarios y actores de teatro de toda la vida, quienes nos honraron con su presencia. Que decir de mi amigo músico, y exdirector de la rondalla del CUM, Alex Sánchez Armas.
Al terminar mi exposición, pasamos a la presentación de mi octavo libro “TEATRO ITURBIDE”, donde me auxiliaron el doctor Gerardo Macías Cortés y mi yerno, el maestro Enrique Siqueiros Fernández, quienes realmente le dieron un colorido genial a mi última obra, las cuales también en breve subiremos los videos correspondientes. Creo que me quedé algo corto en mi parte, pues tuve que decidir comenzar el recorrido. Salimos del hospital metiendo segunda, ya con la cachucha blanca puesta, la cual nos identificaría como grupo, teniendo de un lado la bandera de Borgoña y del otro la Trigarante. ¡Muchas gracias, primo Fernando por la fabricación de las gorras!
Sin embargo, el amenazante rostro de la administradora de catedral, me presionaba como un fantasma caminando frente a mí en reversa. Seguramente para muchos de los asistentes sería la primera vez que se enteraban que en esta esquina del templo de Jesús el Nazareno, es decir en Pino Suárez y República del Salvador (ver mi saga “CALLES QUE MIENTEN”) habría comenzado la nueva historia del continente, pues de no ser por los consejos de Hernán Cortés en 1529 en España, seguramente su tío, Francisco Pizarro, jamás hubiera logrado lo que hizo en el Perú.
Continuamos unos pasos por la calle de Rep. Del Salvador hacia el poniente, para entrar al templo y poder ser testigos del lugar exacto donde reposan los restos de “El cortesísimo Cortés”, mote que le puso Miguel de Cervantes en su Quijote a nuestro conquistador, que por mucho supera a Julio César y a Napoleón. Otro día discutimos sobre esta afirmación que les hago. Lo relativamente triste es comparar la tumba de Napoleón, con la triste placa roja metálica olvidada de Cortés. Sin embargo, demos gracias de tener sus restos con nosotros, los cuales espero que sean materia suficiente para que todos y cada uno de los que visitaron este lugar, se den el reto de reflexionar el tamaño inconmensurable de emprendedor que fue este hidalgo (hijo de algo) que no era nadie en España, y acabó siendo el dueño de la Nueva España, mientras el rey Carlos ni enterado estaba de lo que “El cortesísimo Cortés” ya le estaba poniendo en sus manos. Debo recordar que inspirarse en la audacia de Cortés, no tiene costo, es nuestra historia, y no tenemos que voltear a otras partes del mundo. Lo único en que Napoleón puede superar a Cortés, es su tumba. Iturbide estaba consolidando la independencia, logrando en mayo de 1821 la capitulación pacífica de su tierra natal, es decir Valladolid, mientras Napoleón había muerto el mítico 5 de mayo del mismo año, en la isla de Santa Elena. ¿Coincidencia de la victoria de Juárez contra los franceses en Puebla?
En fin… continúo… así como entramos al templo, así salimos: en silencio y reflexionando. Moctezuma le habría “trasladado el imperio” (Translatio Imperii) a Cortés. Ahora iríamos con el segundo constructor de México, quien en el momento, lugar y condiciones a su favor, realizaría la “restitución del imperio” (Restauratio Imperii) y estaríamos dentro de catedral, en la capilla donde reposan los restos mortales de Agustín de Iturbide, quien fue proclamado emperador de Méjico (con jota) por decisión unánime del congreso constitucional el 21 de mayo de 1822, y ungido emperador por la gracia de Dios con la bendición de la Iglesia Católica Apostólica y Romana, un 21 de julio de 1822 (un día después de nuestro evento).
Caminamos por 20 de noviembre, (otro día 20) para toparnos ahora con el bloqueo de policías, que seguramente habrían sido sometidos, sometidas y sometides a una lobotomía, quienes impedían el paso directo a la plancha del zócalo, presionando nuestro tiempo para dar innecesariamente la vuelta por Pino Suárez. Creo que hace mucho no revisaba mi reloj cada minuto. Mientras el fantasma de la administradora de catedral comenzaba a desvanecerse porque el reloj marcaba 12:40, ahora yo comenzaba a sonreír burlonamente, hasta que se esfumó el susodicho fantasma. Una vez que estaba frente al plástico de la caseta de esta "personaja", me le quedé viendo, señalándole con mi dedo índice derecho la muñeca de mi brazo izquierdo, y con una sonrisa, en señal de máxima puntualidad. Eran las 12:45 horas. Otra señorita nos guió al frente de la capilla, y pude notar que el candelabro estaba encendido en calidad de “peor es nada”, sin ningún otro reflector, y de una manera tal, que el propósito era “a todas luces”, ―además de ahorrar en el recibo de luz―, impedir que brillara el verdadero, auténtico y segundo padre de la patria, don Agustín de Iturbide. Sea como sea, lo sentí como una primera batalla ganada.
A las 12:53, y terminado el plazo fatal de 8 miserables minutos, así como, después de hacer un minuto de silencio para reflexionar el lugar y al personaje, salimos por la puerta poniente lateral, donde algunos de los asistentes que previamente me había avisado de sus otros compromisos, se despidieron de un servidor. Reiniciamos la marcha para darle la vuelta a la catedral por la parte posterior, y continuar atravesando el Templo Mayor, hasta llegar a la calle de San Ildefonso, donde dimos vuelta a mano derecha para ir descubriendo la majestuosidad de este edificio con una fachada barroca por demás grandiosa e intimidante. Hubo un espacio de veinte minutos para descansar un poco antes de iniciar con el recorrido, el cual sería conducido por un guía local, experto en los murales de David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera, etcétera, pero especialmente de José Clemente Orozco, autor de “Cortés y la Malinche” en el plafón de la escalinata principal, en una interpretación del mestizaje que considero muy justa, pero que puede dar horas de discusión. Por supuesto que es más honesta, que la gran mentira de la brocha pagada de Diego Rivera en su mural del Museo Nacional de Historia en el castillo de Chapultepec, donde lo pinta deforme, sifilítico y encorvado. Quiero entender como alguien así podría haber logrado lo que logró.
Iniciamos con una larga explicación del mural del escenario en el fastuoso auditorio, mal llamado anfiteatro “Simón Bolívar”. ¿Tenemos que importar cada rato el nombre del libertador Sudamericano, ―que nada tiene que ver con la historia de México, que no sea la conspiración para matar al emperador Agustín I, ― y todo con tal de no usar el propio, es decir, el de Agustín de Iturbide? En fin. Fue aquí y en este momento, que don Arturo Martínez y González se volvió a posesionar de su alma mater, levantando la mano para conectarnos e imaginarnos con él, lo genial que debió haber sido tener el privilegio de estudiar en un lugar, donde desfilaron una cantidad impresionante de personajes de nuestra historia. Me congratulo de haber elegido esta locación para mi libro, y compartir el momento con él.
Continuamos el recorrido por los pasillos superiores, y mientras eso sucedía, mi pequeño nieto Teo, con apenas año y medio cumplido, corría de un lado a otro en el patio principal, hasta que en una fracción de segundo, y sin que mi consuegro y yerno pudieran alcanzarlo, se cayó, pegándose en la frente. Nada que no le suceda a los bebés que afortunadamente están hechos de carne, hueso y hule. Claro está, que eso puso a trabajar mi imaginación, y me quedé pensando si acaso mi nieto será jurisconsulto, y este sería su primer “frentazo”. M’ija chula, Enrique… gracias por este nieto que tiene hipnotizados a los abuelos!!!
Pasada la media, de las dos de la tarde, nos colocamos todos en el patio central para la foto de grupo de aproximadamaente 30 personas, la cual es motivo principal de la presente crónica. Finalizada la toma, nos dispusimos a caminar por la calle de Donceles, otra locación donde imagino la primer librería formal de la ciudad, a la cual le puse “El Gallo”. El lector ya se enterará mis razones al tiempo de tener en sus manos “TEATRO ITURBIDE”. Al llegar a la antigua cámara de diputados… esa que quiere desaparecer uno de los personajes ficticios de mi novela, dimos vuelta a la izquierda en la calle de Allende, para cambiar a la calle de Bolívar… ¡otra vez la burra al trigo! Insisto… por favor revisen la saga de “CALLES QUE MIENTEN” pues tengo una especial de esta vialidad. A las 3 en punto comenzamos la entrada al restaurant BAJÍO, casa donde vivió sus últimos cuatro años Antonio López de Santa Anna, ya enfermo, pero al menos indultado por su paisano jalapeño, en su calidad de presidente, y también personaje de mi obra, Sebastián Lerdo de Tejada.
Más de media hora me llevó la plática del “Chivo Expiatorio Nacional”, título que desde hace tiempo le he puesto a Santa Anna, quizás el personaje más polémico y desconocido de nuestra historia. Casi me quedo sin comer por estar hablando, pero a veces creo que me alimento más de compartir mis investigaciones, que de un simple platillo de carnitas que apenas pude comerme la mitad. No me dejaran mentir los integrantes de este fabuloso y entusiasta grupo, que el lugar, la comida, y la inmersión en un personaje que ni los mismos dueños del restaurant conocen a detalle, fue diferente, y no garantizo que se repita en mucho tiempo, pues las fechas, los lugares, y los personajes, fueron precisamente para quedar acomodados este 20 de julio del año 2024.
Haber realizado este evento y recorrido histórico con mi familia, y con mis amigos, fue un regalo fuera de serie.
Nuevos proyectos tengo en mente, y una vez que esté definido el próximo, no dudes en apuntarte. ¡Hasta la próxima!
CLAUDIO MÁRQUEZ PASSY
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